miércoles, 22 de enero de 2014
JUEGOS POPULARES
CON
EL SEGUNDO CICLO ESTAMOS TRABAJANDO EXPRESIÓN CORPORAL Y JUEGOS
POPULARES... PRÓXIMAMENTE SUBIREMOS LOS VÍDEOS DE LOS BAILES
REALIZADOS.
ADEMÁS PARA PODER PRACTICAR ALGUNOS DE LOS JUEGOS POPULARES OS DEJAMOS UN ENLACE DONDE LOS ENCONTRARÉIS http://listas.20minutos.es/lista/juegos-populares-y-tradicionales-de-toda-la-vida-348249/
ADEMÁS PARA PODER PRACTICAR ALGUNOS DE LOS JUEGOS POPULARES OS DEJAMOS UN ENLACE DONDE LOS ENCONTRARÉIS http://listas.20minutos.es/lista/juegos-populares-y-tradicionales-de-toda-la-vida-348249/
CUENTO MOTOR
A través del cuento motor los niños desarrollan la capacidad de expresarse con el cuerpo de manera divertida y lúdica.
Aquí os dejamos un ejemplo de uno de los cuentos motores trabajados en clase.
EL PRÍNCIPE AOZOLO.
PARTE INICIAL:
“Hace muchos años, en un país muy lejano, vivía un príncipe
llamado Aozolo.
El príncipe, como os podéis imaginar,
creció feliz y tenía todo cuanto podía desear. El reino era rico, los campos
producían ricas lechugas, tomates y sandías; los reinos vecinos eran amigables
y convivían en paz. Sin embargo, una mañana, el alegre corazón del príncipe se
llenó de tristeza.
¿Sabéis porque estaba tan triste? No
os lo vais a creer. Había perdido su corona. Hoy día si un príncipe no lleva
corona no pasa nada, pero en aquellos tiempos, un príncipe sin corona era como
un árbitro sin pito, corría el riesgo de que nadie le hiciera caso.
Sí, la corona que había heredado de su
querido padre desapareció como por arte de magia.
Preguntó por ella a todo el mundo; a
los cortesanos que justo en ese momento bailaban el vals en el gran salón. (Los niños se emparejan y bailan como los
cortesanos el vals que pone el profesor; pasamos entre ellos preguntándoles si
han visto la corona). También preguntó a los jardineros que trabajaban en los
floridos jardines de palacio (imitan el trabajo de los jardineros y
el profesor les va preguntando también).
Preguntó
después a soldados que hacían la guardia o se entrenaban en el patio de armas (hacen
el mimo correspondiente). Incluso preguntó al bufón, que siempre decía entre
risotadas que él lo sabía todo (a hacer el payaso toca. Pero hay
demasiados bufones. Quien lo haga mejor será nombrado Bufón Real).
PARTE PRINCIPAL:
Nadie parecía saber nada de ella. Al
día siguiente sumido en la melancolía, el príncipe subió a la más alta de las
torres de palacio. Allí solía acudir cuando quería hablar con sus amigos los
pájaros. Sí, porque aunque Aozolo no era el más guapo de todos los príncipes, a
decir verdad era más bien algo feote (el
profesor pone caras raras) poseía un don: de bebé, antes incluso de aprender a decir
“ma ma”, ya entendía el lenguaje de los
animales.
Al verle aparecer, varios petirrojos y
un verderón, enseguida se le acercaron. (A ver
si vosotros sois capaces de moveros y cantar como si fuerais pajarillos).
- ¡Hola pequeños amigos! – les dijo –
¿Sabéis dónde está mi corona?
- No, nada sabemos –
respondieron los pajarillos – apenas salimos de tus jardines. Quizás el águila
que vive en las más altas cumbres, desde donde se divisa todo el reino, la haya
visto.
Sin pensárselo dos veces se puso en
camino. El príncipe anduvo y anduvo hasta la gran montaña (los niños andan, ahora más deprisa que si no, no
llegan, a la pata coja para no aburrirnos…); trepó, escaló, se escurrió tres veces (trepan
e imitan al príncipe por las espalderas no subiendo más arriba del 5º barrote) y por fin se
halló frente a la imponente ave. (Veamos quien sabe moverse como la
gran águila).
- ¡Saludos! Bella señora de las
cumbres. He perdido mi corona. Tú que desde aquí todo lo divisas… ¿no sabrás
algo de ella?
- Nada puedo contarte buen príncipe.
Tengo una vista aguda pero no puedo verlo todo. A menudo, los árboles me
impiden ver el suelo. Pero, si tanto interés tienes, busca al gran tigre. Nada
sucede en el bosque sin que él lo sepa.
Agradeciendo la sugerencia, Aozolo se
dirigió a los territorios de caza del señor de los Bosques. (Atravesar el bosque no era fácil, así que al
príncipe le tocó gatear, arrastrarse bajo los troncos, trepar por ellos, correr
entre los árboles, saltar de roca a roca en el río… Montamos un pequeño circuito
para que los niños imiten el recorrido).
No tardó en encontrar al tigre, un
viejo amigo suyo, aunque lo cierto es que el felino fue el que le encontró a
él. (Atravesamos ahora por el bosque, por el circuito,
pero imitando a un enorme tigre).
- Mi joven príncipe… Sé bienvenido a
mi selva. ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿A que debo esta grata visita?
- Saludos amigo Tigre. Una búsqueda me
trae aquí. No sé cómo pero he perdido mi corona. Ni los pajarillos de mis
jardines, ni el águila en las cumbres la han visto. ¿No sabrás tú algo de ella?
- Siento no poder ayudarte. Si
estuviera en mis bosques, yo lo sabría. Sin embargo, hay todavía un lugar en
donde ni mis ojos ni los de las aves pueden llegar. Busca a los delfines en las
aguas que bañan el reino. Tal vez ellos puedan echarte una aleta.
Sin reparar en el cansancio, el
príncipe emprendió la marcha hacia la costa, escaló, destrepó, se escurrió tres
veces y anduvo y anduvo hasta que los ojos se le llenaron de azul. Estaba
frente al mar.
- ¡Amigos, acudid a mi llamada! –
gritó desde el acantilado en el lenguaje de los delfines.
No tardaron en aparecer tres delfines
saltarines. (lo
habéis adivinado, nos toca hacer el delfín).
- ¿Quién quiere hablar con
nosotros? – preguntaron intrigados.
- Soy el Príncipe Aozolo. No encuentro
mi corona por más que la busco. Nadie parece haberla visto en mi reino. ¿Sabéis
algo de ella?
- No – dijo el más pequeño – pero
preguntaremos a nuestro anciano maestro. Es el más sabio de todos los delfines.
¡Espera aquí!
Acto seguido los tres delfines, con
una linda cabriola, desparecieron bajo las aguas. (sobre la colchoneta quitamiedos, los niños
ejecutan lindas cabriolas o volteretas hacia delante, como los delfines). Al cabo de un
rato regresaron:
- El maestro ha dicho que la bruja
Cuchufleta encontró una corona. La hallarás en su cueva, más allá de las
montañas, en los Pantanos de La
Soledad.
Muy agradecido, el príncipe regresó a
su castillo. Al día siguiente, tras descansar, partió hacia los pantanos.
Con algo de miedo penetró en la cueva
de la bruja. (Apagamos
la luz de la sala y bajamos las persianas para crear un ambiente más sombrío). Al final de una
oscura galería, en una gran sala
iluminada por antorchas temblorosas, estaba sentada la bruja con cara de
aburrimiento. Alrededor de ella, decenas de estanterías repletas de
polvorientos libros, cubrían las paredes.
(Iluminando
mi cara desde abajo con una linterna, pongo voz de bruja)
- ¡Eh! ¿Quién anda ahí? Hombre o
bicho, niño o rana, que dé la cara o le convierto en…, en…, ¡en lo que me de la
gana! - Refunfuñó Cuchufleta sobresaltada-.
- Soy el príncipe Aozolo. No ha sido
mi intención asustarle anciana. Perdí hace unos días mi corona y el sabio
delfín me ha dicho que usted encontró una.
- Sí, es cierto. ¡Pero es mía y sólo
mía! Yo la encontré y “lo que se encuentra no se quita, santa Rita, Rita,
Rita”. Además… ¿cómo sé yo que realmente es la tuya?
- Fácil. Pruébemela. Si ajusta
perfectamente a mi cabeza sabrá que no le engaño. – le contestó el príncipe-
A regañadientes, la bruja sacó la corona
de un viejo cofre y la depositó con cuidado sobre la cabeza del joven. Ajustaba
a la perfección.
- Bueno… puede que sea tuya, pero yo
la encontré y no estoy dispuesta a quedarme sin ella por las buenas. ¡Para una
vez que recibo visita y resulta que es para llevarse algo…! Se lamentó la
anciana.
- ¿De qué se extraña Cuchufleta? A
nadie le gustan los hechizos y maldades de una bruja – intervino el príncipe -.
- ¿Qué hechizos y qué maldades? –
protestó ella – Conozco mil conjuros malignos y nunca los he empleado contra
nadie. Y eso que cada vez que me acerco al pueblo, todos se esconden y me
cierran las puertas sin preguntarme siquiera qué es lo que quiero. Me temen,
sí, pero por lo que creen que soy, no por lo que hago.
Conozco también – prosiguió Cuchufleta
– mil hechizos maravillosos y nunca me han dado una oportunidad para
regalarlos. Sé hacer crecer trigo en el desierto, puedo hacer que una vaca dé
el doble de leche y, además, merengada, sé cómo curar el dolor de muelas,
conozco un conjuro que convierte en flores las espadas… y, sin embargo, no
encuentro a un amigo que quiera hablar conmigo.
- Yo también te juzgué sin conocerte
Cuchufleta – dijo Aozolo – Devuélveme mi corona y yo…
- La anciana interrumpió al príncipe-
¡Ya,ya! Me propones un trato. Sea. Llévatela y a cambio has de prometer que de
vez en cuando harás una visita a esta solitaria vieja.
- ¡No Cuchufleta! Se me ocurre algo
mejor.- Fue la respuesta de Aozolo - Tu corazón es bondadoso aunque la soledad
te haya hecho un poco cascarrabias. ¡Vente conmigo a mi castillo! Eres sabia y
buena. Sé mi consejera y mi amiga.
(Persianas
arriba de nuevo o encendemos la luz) El príncipe presentó a la anciana en la corte de palacio
como su tía abuela, doña Cuchufleta. Y así
fue como Aozolo recuperó su corona y ganó una amiga que, por cierto, se sentía
feliz haciendo que las vacas del reino dieran el doble de leche, y además…
merengada.
Y colorín, colorado, este cuento se ha
acabado”.
miércoles, 8 de enero de 2014
¡ A POR EL SEGUNDO TRIMESTRE !
YA ESTAMOS DE VUELTA CON LAS PILAS CARGADAS Y CON MUCHOS RETOS NUEVOS PARA ESTE NUEVO TRIMESTRE: ACROSPORT, DANZAS, JUEGOS POPULARES...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)